(Alex Ross)
Alex Ross dixit.
A não perder a entrevista do autor de The Rest is Noise, o crítico do The New Yorker e editor do blog homónimo.
«Hubo un momento en que la armonía se rompió. La música ya no la necesitaba para definir el mundo. Sonaba mejor el caos…
Aquel viaje comenzó lleno de incertidumbres, como una caída al vacío sin red y sin agua en la que flotar. El público no lo entendía. Todavía hoy muchos se resisten a hacerlo. El placer, la emoción, se transformaban en angustia. Pero ¿qué podía hacer sino el arte? ¿Seguir proporcionando bálsamos o definir una época, como el siglo XX, que atravesó el Holocausto y coqueteó desde Hiroshima hasta hoy con la autodestrucción?
La música como lenguaje del mundo es lo que nos cuenta Alex Ross en un libro fundamental, apasionante, titulado El ruido eterno (Seix Barral). Se trata de uno de esos extraños ensayos en principio dirigidos a minorías que conquistan a una gran mayoría. Quien se mete en él descubre rápidamente por qué. El crítico musical de la revista The New Yorker ha recorrido la etapa más convulsa de la historia reciente a través de los compositores que nos han producido escalofríos en la edad contemporánea. Hombres de su tiempo con historias épicas, dramáticas y desesperadas. Artistas en conflicto permanente por sus relaciones con el poder, el amor y la muerte, que aplicaban a la vida un ritmo continuo y fascinante.
Todo empezó con Wagner. En los primeros acordes de Tristán e Isolda, concretamente. Aquel silbido invitó a muchos a transitar por el camino del riesgo y la incertidumbre. Le siguió Richard Strauss asomándose al precipicio con su Salomé, su Electra. Pero fueron después los inquietos y salvajes integradores de la Escuela de Viena, con Arnold Schoenberg a la cabeza, quienes lo llevaron a sus últimas consecuencias.
A partir de ahí, todo resultó válido. Se cerraron varias puertas, pero se abrieron muchas más: los caminos más excitantes de la vanguardia que después se han ampliado con el jazz, el rock o la música electrónica. Lo hicieron en mitad de la incomprensión y el apoyo. Entre la tensión y el peligro de muerte. Sorteando las embestidas de Hitler y Stalin, adaptándose a la guerra fría y a la poderosa irrupción de la música pop. Formando matrimonios fascinantes y alianzas que llevaban a pactar a The Beatles con Stockhausen en canciones como A day in the life del mítico Sgt. Pepper’s, a los músicos de jazz con el dodecafonismo, a la ópera con el musical, a la ultravanguardia con el cine…
Todo era posible en mitad de una gran orgía ecléctica. La que ha servido a Ross para armar un relato global, un estudio, una novela y un gran reportaje al tiempo que nos cuenta los triunfos, incomprensiones y padecimientos de Wagner, Mahler, Schoenberg, Debussy, Strauss, Stravinski, Messiaen, Ligeti, Elliott Carter, Shostakovich, Benjamin Britten… Los arquitectos del sonido que nos hace comprender ahora tantas cosas.»
Alex Ross dixit.
A não perder a entrevista do autor de The Rest is Noise, o crítico do The New Yorker e editor do blog homónimo.
«Hubo un momento en que la armonía se rompió. La música ya no la necesitaba para definir el mundo. Sonaba mejor el caos…
Aquel viaje comenzó lleno de incertidumbres, como una caída al vacío sin red y sin agua en la que flotar. El público no lo entendía. Todavía hoy muchos se resisten a hacerlo. El placer, la emoción, se transformaban en angustia. Pero ¿qué podía hacer sino el arte? ¿Seguir proporcionando bálsamos o definir una época, como el siglo XX, que atravesó el Holocausto y coqueteó desde Hiroshima hasta hoy con la autodestrucción?
La música como lenguaje del mundo es lo que nos cuenta Alex Ross en un libro fundamental, apasionante, titulado El ruido eterno (Seix Barral). Se trata de uno de esos extraños ensayos en principio dirigidos a minorías que conquistan a una gran mayoría. Quien se mete en él descubre rápidamente por qué. El crítico musical de la revista The New Yorker ha recorrido la etapa más convulsa de la historia reciente a través de los compositores que nos han producido escalofríos en la edad contemporánea. Hombres de su tiempo con historias épicas, dramáticas y desesperadas. Artistas en conflicto permanente por sus relaciones con el poder, el amor y la muerte, que aplicaban a la vida un ritmo continuo y fascinante.
Todo empezó con Wagner. En los primeros acordes de Tristán e Isolda, concretamente. Aquel silbido invitó a muchos a transitar por el camino del riesgo y la incertidumbre. Le siguió Richard Strauss asomándose al precipicio con su Salomé, su Electra. Pero fueron después los inquietos y salvajes integradores de la Escuela de Viena, con Arnold Schoenberg a la cabeza, quienes lo llevaron a sus últimas consecuencias.
A partir de ahí, todo resultó válido. Se cerraron varias puertas, pero se abrieron muchas más: los caminos más excitantes de la vanguardia que después se han ampliado con el jazz, el rock o la música electrónica. Lo hicieron en mitad de la incomprensión y el apoyo. Entre la tensión y el peligro de muerte. Sorteando las embestidas de Hitler y Stalin, adaptándose a la guerra fría y a la poderosa irrupción de la música pop. Formando matrimonios fascinantes y alianzas que llevaban a pactar a The Beatles con Stockhausen en canciones como A day in the life del mítico Sgt. Pepper’s, a los músicos de jazz con el dodecafonismo, a la ópera con el musical, a la ultravanguardia con el cine…
Todo era posible en mitad de una gran orgía ecléctica. La que ha servido a Ross para armar un relato global, un estudio, una novela y un gran reportaje al tiempo que nos cuenta los triunfos, incomprensiones y padecimientos de Wagner, Mahler, Schoenberg, Debussy, Strauss, Stravinski, Messiaen, Ligeti, Elliott Carter, Shostakovich, Benjamin Britten… Los arquitectos del sonido que nos hace comprender ahora tantas cosas.»
1 comentário:
É muito interessante a entrevista (indispensável mesmo). Retoma um tema que também Barenboim aborda no seu livro sobre a neutralidade da música ou da arte se quisermos generalizar. A propósito também a ciência é neutra :-)
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