O Tannhäuser de Madrid tem feito correr tinta e mais tinta, estupidamente, pela cena do bacanal. Tanto quanto sei, o Real não é o Red Light District da capital madrilena...
Bom, pelos vistos, o crítico do El Pays acompanha-me neste desabafo!
Como se diz – e não é de mais recordá-lo – o Tannhäuser enfatiza a oposição entre amor à / pela carne e ao / pelo espírito, já para não mencionar a velha obsessão wagneriana da redenção.
E que tal apreciar-se este seguramente magnífico Tannhäuser pelo todo?
«Anteayer, las emociones llegaron a partir del segundo acto, gracias a un espectacular reparto vocal y a una dirección musical contenida y precisa, con algún momento incluso fogoso dentro de una concepción orquestal con tendencia contemplativa.
El primer acto fue de una vulgaridad aplastante, comenzando por la escena de la bacanal, que tanto ha entusiasmado a algunos medios de comunicación (Así estamos). Fue una escena sin ninguna capacidad de sugerencia, pretenciosa, con estética de plató de televisión en programa de variedades para las horas nocturnas, de una banalidad insufrible. Poco le puede tentar a Tannhäuser quedarse en este Venusberg tan descafeinado, a pesar de los bellos cuerpos desplegados. La obertura fue confusa musicalmente y, en general, el acto discurrió musicalmente sin la deseable inspiración, aunque las voces apuntaban ya unos detalles que más tarde cristalizarían, al adquirir mayor protagonismo, en el desarrollo de sentimientos y emociones.
Las voces, el canto, jugaron el papel de la redención, un concepto tan afín a Wagner. Y López Cobos sacó a flote su capacidad concertadora de los grandes días a partir del segundo acto. La puesta en escena pasó a segundo plano. La música llevaba el control teatral y moral del drama.
(…)
Y en ese umbral poético de lo que puede ser, de lo imposible, profundizó con su canto un excepcional Christian Gerhaher -maravillosa la canción de la estrella-, Peter Seiffert transmitió su universo de dudas existenciales a través de la expresión vocal y Petra Maria Schnitzer puso las cotas idealistas y redentoras por el amor y la entrega.
Gran reparto vocal, incluso en cometidos secundarios. Correcto, simplemente, el coro, y entregada la orquesta. Las emociones se fueron poco a poco apoderando de la sala y el público no tuvo más remedio que dejarse llevar por esta música hipnótica, seductora, tramposa a veces, pero de un magnetismo y una fuerza irresistibles.»
Bom, pelos vistos, o crítico do El Pays acompanha-me neste desabafo!
Como se diz – e não é de mais recordá-lo – o Tannhäuser enfatiza a oposição entre amor à / pela carne e ao / pelo espírito, já para não mencionar a velha obsessão wagneriana da redenção.
E que tal apreciar-se este seguramente magnífico Tannhäuser pelo todo?
«Anteayer, las emociones llegaron a partir del segundo acto, gracias a un espectacular reparto vocal y a una dirección musical contenida y precisa, con algún momento incluso fogoso dentro de una concepción orquestal con tendencia contemplativa.
El primer acto fue de una vulgaridad aplastante, comenzando por la escena de la bacanal, que tanto ha entusiasmado a algunos medios de comunicación (Así estamos). Fue una escena sin ninguna capacidad de sugerencia, pretenciosa, con estética de plató de televisión en programa de variedades para las horas nocturnas, de una banalidad insufrible. Poco le puede tentar a Tannhäuser quedarse en este Venusberg tan descafeinado, a pesar de los bellos cuerpos desplegados. La obertura fue confusa musicalmente y, en general, el acto discurrió musicalmente sin la deseable inspiración, aunque las voces apuntaban ya unos detalles que más tarde cristalizarían, al adquirir mayor protagonismo, en el desarrollo de sentimientos y emociones.
Las voces, el canto, jugaron el papel de la redención, un concepto tan afín a Wagner. Y López Cobos sacó a flote su capacidad concertadora de los grandes días a partir del segundo acto. La puesta en escena pasó a segundo plano. La música llevaba el control teatral y moral del drama.
(…)
Y en ese umbral poético de lo que puede ser, de lo imposible, profundizó con su canto un excepcional Christian Gerhaher -maravillosa la canción de la estrella-, Peter Seiffert transmitió su universo de dudas existenciales a través de la expresión vocal y Petra Maria Schnitzer puso las cotas idealistas y redentoras por el amor y la entrega.
Gran reparto vocal, incluso en cometidos secundarios. Correcto, simplemente, el coro, y entregada la orquesta. Las emociones se fueron poco a poco apoderando de la sala y el público no tuvo más remedio que dejarse llevar por esta música hipnótica, seductora, tramposa a veces, pero de un magnetismo y una fuerza irresistibles.»
Pois era. Era a excursão do Raul.
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